El New York Times presenta un reportaje del chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, señala que éste se encuentra oculto en la sierra sinaloense, resguardado por “matones” y habitantes leales (al menos todavía hay personas en quien se puede confiar), ¿y si todos saben, como saben, en donde está porque sigue ahí?
El carácter metainstitucional que han adquirido los cárteles de la droga en México, y que han posibilitado su reconocimiento como contrincantes de todo un estado constitucional, puede considerarse como un éxito, para qué buscar el ejercicio del poder a través de la representación política cuando bien se puede ejercer de facto y servirse de la representación para allanar el camino hacia la consecución de los objetivos lícitos e ilícitos que persigan, no olvidemos que otorgan seguridad y servicios a las llamadas narco-comunidades, sectores sociales olvidados por el estado constitucional que indirectamente los transformó en protectores de sus adversarios, y…¿Todavía nos sorprende la lealtad con el narcotráfico?
Más allá de la aceptación a la muerte, imprescindible para los sicarios, narcomenudistas y demás operarios de las unidades económicas aparentemente más exitosas en nuestro país, los cárteles, es el agradecimiento y la confianza, hacia aquellos que supieron comprender sus necesidades, lo que garantiza a los componentes del narco obtener el respaldo de la sociedad, el mismo objetivo que persigue el estado y que por alguna extraña razón (en realidad serán muchas) no ha logrado cumplir.
La reflexión del día: ¿Dime para quién trabajas y te diré…qué vendes?
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