Prejuicio: “Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”
Estigma: Marca o señal en el cuerpo. Desdoro, afrenta, mala fama.
Real Academia de la Lengua Española.
No siempre se puede conocer el entorno de manera directa, en muchos casos sólo es posible tener un acercamiento a través de experiencias de otros, en este sentido, los prejuicios son insoslayables.
Los estigmas son consecuencia de los prejuicios, que se aplican una vez que has constatado su vigencia de manera directa, etiquetar sin un proceso previo similar seria irresponsable.
Mucho se comenta sobre la relación existente entre la discriminación y los prejuicios (me parece oportuno señalar que en esta nota haremos una reflexión sobre las conductas discriminatorias secundarias, entendidas como expresiones de rechazo social o individual a ciertas personas o comunidades), que logran impedirles el ejercicio de ciertos derechos.
Es vieja, marica, naco, indio, niña, prieto, joven, chaparro, güero, judío, muerto de hambre, rico, gordo, y un muy largo etcétera, muy difícil no encontrarnos en algún supuesto que reciba o esté en posibilidad de recibir un trato diferenciado, pero ¿Qué no la democracia supone el reconocimiento de las diferencias?
Pero hay de diferencias a diferencias, y no es el fondo es la forma, se dirá. ¿Cuál fondo y cuál forma? La forma es el lenguaje, el fondo la diferencia.
Ejemplifiquemos: soy mujer, ya de inicio se piensa que no sé manejar; no vieja porque mi edad me sitúa en el grupo de adultos jóvenes,;no me considero indígena porque no recibí educación de ese tipo; heterosexual así que los chistes de “gays” no me ofenden personalmente; mido 1.55 mts., así que al encontrarme en el parámetro aceptable de estatura para una mujer mexicana las burlas en la escuela fueron ocasionales; soy delgada así que no me ha preocupado convertirme en punto de referencia, aunque el calificativo de “Anoréxica” me parece poco sutil; no soy católica así que me he resignado a la condena del fuego eterno; como podemos ver me sitúo en múltiples campos que me hacen suceptible a sufrir discriminación, pero también a ejercerla.
Analicemos: ¿Qué impulsa estos comentarios? Ocio, envidia, sociabilización (conocido comúnmente como chisme), burla, descrédito, y otro a un más largo etcétera, conociendo a la persona o grupo de que emite esos comentarios pueden conocerse los motivos que los incitan, pero en tal caso ¿qué importa esto al derecho?
En tanto no se produzcan consecuencias de violencia física o moral que menoscaben los derechos de otros, el orden jurídico puede mantenerse al margen, aunque podría tomar otra posición: censurar estas conductas. Al recoger estos supuestos en la norma, la sociedad podrá estar a favor o en contra, en cualquier caso se iniciará la discusión.
La reflexión del día: Identificate: ¿naco o extravagante?
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