¡Si el Dios de la antigüedad fue creado a imagen y semejanza
del hombre, el nuevo dios también!
De la misma manera en que la idea del Dios paternalista, omnipresente, castigador y benévolo que nos protege y mantiene unidos como sus hijos, funciona en el imaginario colectivo nacional, se pretende que el Estado mexicano asuma (al menos en el discurso) la misma función ambivalente.
El perfeccionamiento, ideal que no puede pertenecer a lo seres humanos sino que es exclusivo de Dios, debe permear a las instituciones, que en tanto representaciones del poder divino terrenal no pueden caer en "tentación", porque si bien, se encuentran integradas por imperfectos seres humanos, la emanación divina que los enviste al asumir sus cargos, debe impedir que las pasiones dominen su ánimo y nos muestren las fracturas que de origen cimentan a las instituciones de que forman parte, pero ¿si en la iglesia católica, la institución más antigua del mundo, los sacerdores fallan, porque no han de hacerlo los sacerdotes del Estado nacional?
Lo paradógico no comienza en la necesidad de crear mecanismos de control al poder divino del que se ha investido a las instituciones y a sus integrantes, sino en que se espera una efectividad absoluta. Pero ¿es posible comprobar la eficacia de los propios medios que surgen a treavés de una reivindicación del propio Estado?
¿Es posible generar un Estado liberal, benefactor, social, humano, a través del discurso democrático? o hagámoslo más sencillo ¿Es divinizándola como se obtienen la perfección de una
creación humana?
La reflexión del día: ¿Y tu nieve?
Por desgracia los seres humanos necesitamos sentirnos protegidos en todo momento para tener el valor de desarrollarnos, es por medio de la divinización como logramos este paso, ¿pero es suficiente o es el inicio de la eficacia?; creo que es solo el inicio ya que las instituciones debieran ser verdaderamente eficientes y por medio del error mejorarlas y perfeccionarlas.
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